miércoles, 20 de mayo de 2009

Mi amigo, el estrabismo se volvió correcto



Yo conozco muy bien a esas dos entradas, esos umbrales que se echan encima todo un mar de visiones, lastimeras y placenteras.
A las mías les tocó, desde el principio de su existencia, percibir el mundo con deficiencias.
Estrabismo correctivo... No, ese término no suena gracioso. 
¿Qué tal si usamos, anomalía en la coordinación de los ojos? Sumemos a ésto que soy una persona hipermétrope. 
Mi madre solía perseguirme. "Vamos hija, tenemos que hacer trabajar a ese ojo holgazán".
Corría detrás de mi con un parche estilo pirata.
Lo único lamentable fue que mi imagen distaba mucho de ello; los cabellos tusados y la ausencia de un perico en mi hombro daban al traste con mi credibilidad.
Así que por mucho tiempo me dediqué a huir de ese parche (claro está que no estaba dispuesta a aceptar la mediocridad de un vestuario incompleto) aunque muchas veces no me salvaba de los ejercicios visuales que me obligaba a hacer mi padre.
"Sigue mi dedo, sigue mi dedo..." Comenzaba a simular círculos y yo comenzaba a simular que los seguía con la vista.
Después de las corretizas que me propinaban los parches y los ejercicios llegó la escuela.
Si, la primaria y la secundaria pasaron de mi  a través de grandes armazones que sostenían gruesos lentes.
No era muy cómodo subir a los árboles o estar de cabeza usando esa antes llamada por mi inocua conciencia, abominación graduada.
 Tenía que deshacerme de ellos de vez en cuando y también los armazones tenían que deshacerse del par de lentes , así que inocentemente se perdía uno de vez en cuando.
En varios arranques de libertad de aquel lente desgraciado, volví a recordar mis aventuras de pirata frustrado, al no tener un objeto que se interpusiera entre mis pupilas y el mundo
 exterior.
No sólo fueron mis aventuras salgarianas lo que evocó mi memoria al perder uno de los objetos que sostenían los armazones, también recordaba perfectamente que en las ópticas no regalan lentes a los piratas que perdieron sus ojos en sus desventuras.
La cartera de mi padre recuerda este hecho mucho mejor que yo.

Al cuadro de honor le llegó la visita de la foto que aún no conocía al estrabismo correcto.
Secundaria, doce años y pasaba por aquel pasillo lúgubre, aquella muestra mezquina y ostentosa de los hipócritas seguidores de la responsabilidad sobrentendida. 
Ahí lucían las fotos de aquellos infelices clasificados con honor detrás de una vitrina.
Primero, segundo, tercer lugar...
¿Dónde estaba el estrabismo impertinente?
Ahí, junto al número que pretendía ser el primero.
¿Cómo pasaba en aquellos momentos la residencia de aquel huésped visual tan molesto?
Algunas veces cerraba los ojos, otras miraba el piso o el techo, otras contemplaba la negrura de sus zapatos. En otras ocasiones se entregaba a soliloquios.
A sus oídos no les pudo colocar tapones momentáneos que le permitieran alejarse de chistes generados a partir de aquel estrabismo tan divertido.

Ya había olvidado las inolvidables luchas. Si, el estrabismo si era amable con los anteojos y detrás de ellos se dejaba corregir pero solo se le quitaban de encima y volvía a ser el mismo travieso.

Quítate los lentes!
-¡NO!

-¿Me permites ver tus ojos?
-¡NO!

-¿Qué tal te ves sin anteojos?
-¡NO!

-¿Puedo quitarlos?
-¡NO, NO, NO Y NO!

Varias huidas me dejaron cargando en mi bolsa de recuerdos aquellos crueles curiosos.

Luego el estrabismo se volvió amable y se dejó corregir.

¡Y las corretizas se acabaron!




1 comentario:

  1. Asi que tienes un blog y no sabía... debiste imaginar que tarde o temprano lo encontraría :)

    Me encanta como escribes...

    ResponderEliminar