Cuando la alegría se escapa de nuestros ojos
y la locura llena nuestras vidas
con ese letargo oscuro que encontramos cada maldito día,
ya no vemos astros en el cielo,
ni los rayos del sol bañan nuestra piel,
la costumbre se hunde de una forma tan profunda
que nos olvidamos de contemplar paisajes,
rostros,
la indiferencia cae en forma de lluvia amarga que evoca momentos,
recuerdos llenos de palabras mudas y sonrisas inexistentes.
Es ahí cuando nuestra manipulada conciencia
divaga en los abismos de la desesperación,
la fuerza de la amargura desprende lágrimas lóbregas,
y el descontento perpetuo provoca que durmamos sin sueño,
esperemos sin anhelos
vivamos sin sentimientos.
Es en esos momentos cuando execramos el cansancio
y damos residencia a las despedidas.
Todo esto continua mientras nos llenamos de nada
y nos vaciamos de todo.
De pronto chocamos con las noches de realidad irreal
que nos dicen que seguimos siendo esclavos,